No escribimos mucho últimamente. No sé por qué, pero el verano no me resulta la época más propicia para perderse en los devaneos de la inspiración, antes al contrario, pereza y desidia parecen apoderarse de la palabra, dejándola prendida de los labios, al borde de un amasijo de folios en blanco, vacíos y sin prisas, como aguardando que el calor lentamente se retire. Tras la primavera, todas nuestras actividades han sufrido un parón inexorable y como en ocasiones anteriores, uno se plantea muchas cosas.
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