viernes, 21 de agosto de 2009





Después de mucho tiempo, volver a Barcelona es toda una satisfacción para los sentidos. Seguir la ruta del modernismo en la ciudad y redescubrir a Gaudí, una fuente de inspiración incombustible. Pese a las aglomeraciones y los turistas, el Parque Güell conserva ese encanto de primeros del siglo XX que no ha perdido actualidad. Lo de la Sagrada Familia es diferente. Comprobar cómo ha avanzado la obra sorprende a quienes no la veíamos desde hace varios años. Ya se puede entrar materialmente dentro del templo y se van los ojos a las arriesgadas bóvedas que se están montando y que dan una idea de la magnitud de la construcción, aunque no sabemos si Gaudí estaría totalmente de acuerdo con el nuevo diseño. Particularmente nos gusta y admiramos la lenta pero continua labor que se está haciendo y que tal vez nuestros nietos podrán contemplar finalizada.

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