No era un día cualquiera. En otras circunstancias, nuestro invitado a la velada de febrero del Aula de la Palabra no se hubiera encontrado en la Biblioteca Pública de Cáceres, ni tampoco su presentadora. Quizá muchos de nosotros habríamos estado -en cuerpo o en alma- según las posibilidades de cada uno, paseando nuestra curiosidad entre los expositores de las editoriales instaladas en el claustro del Patio de "Las Claras" de Plasencia, acostumbrando el oído al rumor del ritmo de versos de aleatorias procedencias. Sí, Elías Moro no habría venido a Cáceres de haberse celebrado la quinta edición de Centrifugados, el encuentro de literatura periférica que organizado por el poeta y editor José María Cumbreño y Ediciones Liliputienses venía a ser como una especie de primavera literaria anticipada en las postrimerías del mes de febrero. Se dejó sentir ese vacío en la Biblioteca Pública en una tarde en la que también estuvo presente el recuerdo de Antonio Machado, de cuya muerte se cumplían hoy exactamente ochenta años. Demasiado tiempo que no se compadece con la actualidad de su poesía ni el contenido de su mensaje, de plena actualidad en una España, hoy plagada de incertidumbres. Porque el silencio que se hizo en aquella habitación del Hotel Bougnol-Quintana cuando expiró el poeta era el de todo un pueblo, que se desangraba lentamente, plagado de heridas y turbias venganzas. No fue ajena la velada a un cierto toque de nostalgia, que completó nuestro invitado al recordar que hoy también se cumplían 77 años del suicidio de Stefan Zweig, igualmente con la guerra como telón de fondo, con su impenitente zarpa. ¿Qué decir de las palabras de Pilar Galán? Ella misma calificó su presentación de exenta de elementos y toques irónicos, tan propios de su literatura, pero que supieron retratar a la perfección la particular idiosincrasia del escritor al que le tocaba introducir, responsable de una obra y una actitud vital ciertamente no convencionales. Porque con Elías Moro el Aula ha vuelto a sus parámetros originales, más allá del limitado universo que supone la puesta de largo de un título concreto. Pilar Galán nos ha hablado de Elías desde la globalidad de su escritura, abarcando al Elías poeta, el de "El juego de la taba", con sus relatos y su particular anecdotario, el Elías aforista con reminiscencias de autores como Gómez de la Serna y otros tantos. El escritor inseparable de su sombrero Borsalino, que supura tango por los cuatro costados.
Y él no nos ha defraudado en absoluto. Su viaje literario ha abarcado todos estos géneros, desde los poemas contenidos en la antología "En piel y huesos", hasta los del libro "Hay un rastro", que publicara la editorial De la Luna Libros, en su afamada colección "Lunas de poniente".
Ha manifestado el autor que lleva una temporada marcando ciertas distancias con la poesía, pero ello no le ha hecho decaer en absoluto en la prodigalidad de su creación literaria. Hemos disfrutado de su vertiente como narrador, de su discurso ocurrente y certero, de las cargas de profundidad que constituyen cada una de sus "Morerías", brillantemente editadas por ediciones Liliputienses, de sus escritos "a la manera de..." donde ha sabido plasmar con su propio genio, la generosidad de una imaginación que viaja paralela al mundo que captan sus ojos y que vierte con acierto en pequeños textos de una intensidad indiscutible, que para nada dejan indiferente al lector que en ellos se sumerge. Elías aceptó nuestra invitación el año pasado, cuando como visitantes, compartimos con él y otros tantos, los anaqueles de Centrifugados. Finalmente, el destino hizo de las suyas, y aunque nos privó de un nuevo encuentro en Plasencia, consiguió que este se produjera en Cáceres, cuando el Paseo de Cánovas comenzaba a mostrar síntomas del fin del invierno.
Para acercarnos a la obra de Elías Moro, sirvan de referencia estas lecturas, de algunos de sus poemas y de sus aforismos:
"LA MALETA"
LECTURA DE "MORERÍAS"