viernes, 30 de enero de 2015

Cuando Cáceres se volvió loco por el cine...

Comenzamos el nuevo trimestre en el Aula de la Palabra. Y lo hemos hecho como nos gusta, aprendiendo. La conferencia que esta tarde nos ha ofrecido Angélica García-Manso en la Biblioteca Pública, con proyecciones incluidas, ha colmado de sobra todas las expectativas. La verdad es que después de un otoño con tanta poesía, con magníficos autores que nos han dejado huella, nos apetecía regresar por unos instantes a la indagación de terrenos más cercanos, descifrar claves menos conocidas de nuestra ciudad y de su legado etnográfico y antropológico, esta vez, con las caricias del séptimo arte como aliadas. Insisto, creo que lo conseguimos. Las palabras de Angélica, su aluvión de datos e imágenes, nos hicieron viajar a una época que forma parte de las vivencias de muchos de nosotros, que son algo nuevo para otros, y la gran pantalla se erigió en protagonista con su singular magia, la que le proporcionan el juego de los planos, la selección de los exteriores, la complicidad de los actores. Cáceres, convertida en plató, en argumento, en improvisada Itaca, referencia de unas cintas y unos personajes que el olvido no puede hacer suyos. Aún recuerdo mis sesiones en la "infantil" del Cine Coliseum, las películas prohibidas del Capitol, los deslumbrantes estrenos del Astoria, y la Avenida de España poblada de andamios levantando el edificio que se asentaba sobre los cimientos de lo que fue el Norba, Teatro Cinema, aquella sala de la que nos hablaron nuestros padres y que completaba el skyline del Paseo de Cánovas entre la Casa de los Picos y el Chalet de los Málaga.   Ahora, cuando los cinematógrafos surcan otros rumbos y modernidades como el 3D o la imagen digital conquistan las pantallas, sin desmerecer los avances tecnológicos, la pérdida del romanticismo de antaño nos deja huérfanos de lo que fueron aquellos tiempos, cuando Ava Gardner o Rita Hayworth nos ponían el vello de punta o los Hermanos Marx nos hacían reír sin parar. Al menos, esta tarde, la sesión del Aula nos dejó un guiño a la vieja fábrica del cine, ese que con pocos medios era capaz de emocionarnos. "La vida de un viajante", el corto que proyectó Angélica al finalizar su exposición, contó con la presencia de su actriz principal, que quiso acompañarnos en la Biblioteca, convertida en sala de proyecciones. La verdad, para mí, no había cambiado mucho. Perfectamente reconocible, los años se habían dejado notar lo justo. Un placer y un verdadero honor. Lástima que otros artífices del cine surgido en ese Cáceres de la cincuentena del siglo XX ya no estén con nosotros. A Valentín Javier le conocí, apostado en los requiebros de la subida a la Montaña, haciendo fotos de la procesión de la patrona, siempre con su cámara analógica, con su carrete blanco y negro, sacándoles un partido que ni en sueños ofrecen las artificiosas máquinas de hoy en día. Su mujer, Ana Mariscal, ya había muerto. Por lo menos Cáceres no se olvidó de ella y le dedicó una calle. De Juan María Pulido Castilla, autor del logotipo del Cineclub de la Casa de la Cultura, solo decir que fue mi profesor de dibujo allá por los años ochenta. Lástima que quien esto escribe no tuviera dotes para las artes plásticas, con tan ilustre maestro. Son muchas las reflexiones y ensoñaciones que se pueden sacar de la conferencia de esta tarde con nuestra amiga Angélica. Su libro, "El octavo pecado de la capital", merece ser uno de los títulos de cabecera de más de una generación de cinéfilos y enamorados de Cáceres y de sus escenarios. 









Diversos momentos de la Conferencia de Angélica García-Manso en esta primera sesión del Aula de la Palabra en 2015. Completó la velada con la proyección de los cortos "La vida de un viajante" y "Pueblerina". 


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