viernes, 16 de abril de 2010

La próxima semana será "El día del Libro"



Sí, el próximo viernes 23 de abril, se celebrará el "Día del Libro", con diversos actos en toda España, algunos de tradición muy arraigada, como los que tienen lugar en Cataluña, donde es costumbre ese día de Sant Jordi regalar un libro y una rosa. Pero, ¿cuánto le queda de vida al libro tal y como hoy lo conocemos? Leyendo "Dublinesca" de Enrique Vila-Matas me paro a reflexionar sobre una de las cuestiones que en esta obra se plantean, la del fin de la llamada "Galaxia Gutenberg", esto es, el apocalipsis del libro como soporte, de la imprenta, para dar paso al futuro en forma de libro electrónico, libros digitalizados, lecturas en pantalla de ordenador, o incluso a través del teléfono móvil o la consola. Para quienes somos adictos al libro en papel, y sin ignorar las ventajas de cuanto el progreso nos depara, el debate nos suscita una innegable incertidumbre. Pensemos en que, dentro de unos años, las editoriales, las publicaciones que ahora conocemos, comiencen a desaparecer, como lo han hecho los viejos carretes para dar paso a la fografía digital o todos aquellos soportes tan cotidianos como las cintas de casette, los videos. ¿Tendrá razón Vila-Matas y habrá que oficiar un funeral por el fin de la era de la imprenta? Entretanto, sigamos disfrutando con los libros, con los viejos libros de siempre, por muy usados y arrugados que se encuentren, que no valgan solamente para decorar nuestras estanterías, que ese placer de hojearlos, de releerlos una y otra vez no nos abandone. ¿Quién dijo que la convivencia entre los usos del pasado y las nuevas tecnologías no era posible? Por mi parte, desde luego, no pienso renunciar a mi reloj de bolsillo y a la entrañable rutina de darle cuerda todas las mañanas, como si también se la diera a la vida.

1 comentario:

  1. Hubo una temporada en la que los libros los compraba en edición de bolsillo y tras leerlos los regalaba a otro lector en un intento de maximizar los beneficios de la inversión prolongando su vida útil, y es que maravillarme con un libro y ver que ese libro permanecía cerrado durante años me apenaba. Pero con el tiempo me apetecía releer algunos y al ver que no podía acceder siquiera a otra copia de manos de un amigo esa práctica perdió para mí todo su romanticismo. Ahora los compro, si puedo, en su primera edición -siempre buscando algún sentido al cementerio de libros cerrados- y los regalo sólo cuando me defraudan.

    Aún así no me importaría que se impusiese el libro electrónico si con ello pudiésemos acceder a la obra por, al menos, la décima parte de lo que cuesta su versión impresa, aunque el fichero tuviese algún tipo de caducidad. Por mi parte considero que sería un objeto de deseo menos y tal vez por ello una liberación. Creo que beneficiaría a toda la cadena desde el autor al lector (bueno, el impresor no está de acuerdo, pero eso mismo pasó con los carreteros, barqueros, serenos, aguadores...). La industria editorial se está adaptando a las nuevas tecnologías a pequeños pero firmes pasos y no lo está haciendo nada mal, al contrario que la discográfica, la de los serenos o la de los aguadores.

    Saludos.
    Carlos.

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